Santiago del Estero

Madre de Ciudades

Origen e Historia

Cabildo Santiagueño –
Dibujo de Luis Garay
Complejo Juan Felipe Ibarra
Estadio Único
Madre de Ciudades

Pueblos Originarios

Los Lules, nómades e invasores y los Tonocotés, sedentarios, afincados en la mesopotamia santiagueña (zona ubicada entre los ríos Dulce y Salado) fueron los dos grupos de Pueblos Originarios más importantes que habitaron el actual territorio santiagueño desde el 12.000 años A.C. aproximadamente.

Las crónicas de los expedicionarios españoles describen que los Tonocotés, eran de estatura regular, vestían con un delantal de plumas de ñandú que eran confeccionados por las mujeres con fibra de chaguar o de tela de guanaco o de llama. Los varones colgaban del cuello un collar, también de plumas de ñandú, y ambos sexos solían cubrirse el torso con mantas, en el invierno. Vivían en aldeas ubicadas en montículos artificiales denominados túmulos, a la orilla de los ríos. Las chozas eran de planta circular o rectangular con techos a dos aguas. El poblado estaba rodeado de palos a pique, como defensa de los ataques de los pueblos invasores.

Sus armas eran el arco, la flecha, las boleadoras y las lanzas. Al igual que los lules-vilelas, los tonocotés constituían un pueblo aficionado a cantar y bailar. Preparaban sus bebidas de algarroba y maíz. Por su sedentarismo y tranquilidad fueron fácilmente sometidos por los españoles. Practicaban la agricultura además de la caza, la pesca y la recolección. Cultivaban maíz, zapallo y porotos. Pescaban con una especie de redes. Criaban aves domésticas y ñandúes y recolectaban algarroba, tuna, chañar, mistol y raíces silvestres como la yuca. Eran hábiles tejedores, hecho que fue aprovechado por los españoles para hacerlos trabajar en los obrajes de paños. Teñían las fibras de vivos colores con tinturas de origen vegetal, animal o mineral.

Conocían la alfarería y fabricaban diversos utensilios de cerámica como pucos (especie de platos), urnas funerarias, vasijas, jarras, pipas, ocarinas (instrumentos musicales de viento), silbatos, etc., decorados de distintas formas y colores. Eran grabados o pintados con motivos geométricos, zoomorfos (con forma de animales), ornitomorfos (con forma de aves) o antropomorfos (con forma de seres humanos) y con coloración rojiza, negra, blanca y ocre. También fabricaban diversos objetos de hueso como agujas, punzones, flechas, quenas, etc.

Enterraban a sus muertos en urnas de gran tamaño (enterramiento directo), o en otras más pequeñas depositaban los huesos luego de producido el descarne (enterramiento indirecto). Las decoraban con dibujos e incisiones, pintados con los colores ya mencionados.

Santiago del Estero, Madre de Ciudades

El Siglo XVI se caracterizó por la conquista y fundación de los primeros asentamientos urbanos que permitirían la colonización del actual territorio argentino. Fue la iniciativa de los conquistadores que penetraron en el país por el norte, oeste y este, concretando la fundación de ciudades, y a partir de ellas, el desarrollo político, económico, social y cultural de lo que posteriormente será la República Argentina.

El esquema regional argentino, comenzó a configurarse a partir de las primeras fundaciones hispánicas y posibilitó que cada ciudad fuera organizando el territorio aledaño. En torno a la PLAZA se concentraba el mayor porcentaje de población española, que decrecía hacia la periferia, sustituida por la mestiza, y que desaparecía finalmente con los barrios indios, que se situaban en un área intermedia entre el espacio urbano y el rural.

En este contexto, el historiador Luís Alén Lascano sostiene que Santiago nació de un proceso fundacional que se inició con las llamadas “entradas al Tucumán”. Estas fueron tres: la primera de Diego de Almagro (1536), la segunda de Diego de Rojas (1543) que llegó a suelo santiagueño y fundó el Fuerte de Medellín de vida efímera y la tercera de Juan Núñez de Prado quien vino con el mandato de fundar ciudad. En virtud de ello, fundó la Ciudad del Barco a mediados de 1550 en territorio de la actual provincia de Tucumán. Sin embargo, la ciudad tuvo que ser trasladada por conflictos de jurisdicción con Chile estableciéndola en territorio salteño en 1551. Allí estuvo sólo un tiempo ya que por el acoso de los calchaquíes debió ser reubicada, esta vez en territorio santiagueño con el nombre de Ciudad del Barco del Nuevo Maestrazgo de Santiago en 1552. Estando allí surgió un nuevo conflicto con Chile, siendo esta vez Don Francisco de Aguirre quien tomó la ciudad y la trasladó nuevamente con el nombre de Santiago del Estero en 1553.

Santiago del Estero recibió el título de Madre de Ciudades porque desde ella partieron las expediciones que fundaron las ciudades de Tucumán, Córdoba, Catamarca, La Rioja, Salta y Jujuy. Además, aquí se erigió la primera Diócesis con su primera Catedral y el primer instituto de Estudios Superiores que marcó el inicio de los estudios universitarios en el país.

La Presencia Afrodescendiente

Durante los siglos XVI y XVII se produjo la llegada de esclavos a la región del NOA con el objeto de reemplazar la mano de obra indígena. La mayoría de ellos fueron introducidos desde Brasil por Buenos Aires.

La llegada a Santiago del Estero, se origina en la introducción realizada por el Obispo Francisco de Victoria quien los trajo en su viaje de regreso de Brasil, en ocasión de realizar la primera exportación argentina al exterior. Sin embargo, muchos no llegaron a destino, algunos murieron y otros escaparon. A finalizar el Siglo XVIII, según el Censo de 1778, en Santiago el 54 % de su población era negra.

Una vez obtenida su libertad muchos afrodescendientes se instalaron en zonas rurales, en tierras otorgadas por sus amos. Un claro ejemplo será el pueblo de San Félix. Según el Censo Nacional de 2010, La localidad de San Félix es la única comunidad 100% descendiente de esclavos que existe en todo el país. Se trata de una comunidad que es la 6° generación de descendientes de esclavos. Cuenta con aproximadamente 200 personas que viven de forma regular y otras tantas que por cuestiones económicas o de estudios lo hace en El Bobadal, localidad distante a 130 KM. La mayoría de los pobladores permanentes sobrevive gracias a la cría de ganado, caza de aves, venta de postes y de carbón, entre otros.

Legado Cultural

La Tejeduría

La tejeduría santiagueña es la labor artesanal que llevan a cabo hábiles mujeres que, por razones utilitarias, preparan la tela que luego les permite la confección de prendas para vestirse y cubrirse en general y otras que son complemento en la vida diaria. Fueron los Incas, hace más de dos mil años, los que comenzaron a tejer prendas de vestir, siendo considerados como los primeros “tejedores” de las culturas precolombinas. Posteriormente, los Incas comenzaron su expansión llegando al NOA y a Santiago del Estero. Entre su legado cultural, traían consigo su arte en la confección de vestidos.

Los españoles introdujeron un aparejo mecánico más complejo que el utilizado por los pueblos originarios: el telar español. De la fusión de ambos nació el telar criollo. En tanto, los telares de los pueblos originarios carecen de pedales y los lizos (hilo con que los tejedores dividen la urdimbre) deben moverse a mano.

La Cestería

Es una artesanía relacionada con los pueblos originarios de tradición pesquera, recolectora y agricultora. Está constituida por canastos, cestas, o derivados y es el resultado de un proceso histórico de fusión entre las culturas originarias y la tradición colonial hispana. Áreas de Desarrollo: Departamentos Río Hondo, Jiménez, Ojo de Agua, Atamisqui, San Martín y Salavina.

La técnica empleada es la de espiral, donde las fibras deben ser humedecidas antes de comenzar, a fin de obtener de ellas la flexibilidad necesaria para poder manejarlas con la soltura. Las fibras se obtienen del unquillo, hojas de palma y chala de maíz. Las chalas se tiñen de colores (predominan el rojo oscuro, violeta, verde y el amarillo maíz) y sirven para decorar.

Musica y Danza

Reconociendo que la música y su danza son un Patrimonio Cultural Inmaterial, nuestro folklore es el resultado del proceso de difusión, asimilación y adaptación de los bienes culturales procedentes de las culturales aborígenes, del europeo, africano y de la creación criolla de esta parte de América.

La historia de la riqueza musical santiagueña y de sus danzas, asientan sus raíces en el siglo XIX. La élite provinciana, comienzan un trabajo recopilador (Andrés Chazarreta o Manuel Gómez Carrillo) hacia el inicio del siglo XX. Pero también se desarrollaron aportes intelectuales (Orestes Di Lullo y Canal Feijóo), en torno a las manifestaciones folklóricas propias.

La chacarera (y sus variantes), como expresión musical más reconocida de la identidad santiagueña, se exportará como un bien rítmico hacia otras provincias.

Pero la riqueza musical santiagueña no se detiene allí, otros ritmos musicales folklóricos (como la zamba o el chamamé) serán producidos e interpretados con magistral competencia para expresar las vicisitudes de las experiencias vividas, principalmente por los sectores populares.

En cuanto a artistas, solo mencionaremos una pequeña lista de centenares que se podría sugerir: Andrés Chazarreta, Los Hermanos Ábalos, el “Soco” y “Cachilo” Díaz, los Hermanos Simón, Julio Argentino Jerez, Hugo Díaz, la familia Carabajal, Los Manseros Santiagueños, Sixto Palavecino, Felipe Corpos, Pablo Raúl Trullenque, Dúo Suárez-Palomo, La Chacarerata Santiagueña, Horacio Banegas, Los Palmareños, Pastor Luna, “Antu Puncu” (Antonio Salvatierra) y Narcisa Ledesma, Juan y Carlos Saavedra o Adela Saavedra.

Pero ya avanzado el siglo XX, la dinámica de la expresión musical del pueblo santiagueño no se detiene, surgiendo un nuevo ritmo (y su consecuente expresión corporal rítmica) que comenzará a ganar público, no solo local, sino en otras provincias.

El origen de la guaracha se remonta a Andalucía (región autónoma ubicada al sur de España). Pero es en la región del Caribe, a finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, donde se inició el camino americano de la guaracha, siendo la misma una forma de representación picaresca de sectores populares aftoantillano donde se marca una forma de baile en la que se utiliza el zapateo.

Para la segunda mitad del siglo pasado, la Argentina observa un proceso de apertura a influencias musicales externas, que serán recibidas positivamente para su consumo por parte los sectores populares y medios. Uno de ellos fue la guaracha, como parte de lo tropical. Y en Santiago del Estero, especialmente con Emilio Marcelo Véliz aparece la idea de fusionar la chacarera con la polca paraguaya, el chamamé rápido y la percusión de la música colombiana (sobre todo de la cumbia), dando origen a un nuevo ritmo musical: la “guarachaca”, nominación no respaldada por SADAIC y desde allí su nombre actual de guaracha. Con las décadas de los ´80 y ’90, logra posicionarse como un verdadero referente cultural provincial y expresión de las vivencias populares.

Debemos destacar como artistas de esta nueva forma de expresión musical a “Koli Arce y su Quinteto Imperial”, la familia Véliz, “Los Bony´s”, “Los Capis”, “Dany Hoyos y la Pasión”, entre otros.

Entonces, desde la música folklórica hasta la guaracha, encontramos un pueblo santiagueño gozoso de su capacidad dinámica y creadora en su expresión musical y en su baile consecuente; o sea, un pueblo resplandeciente con su arte vivo.